viernes, 5 de abril de 2013

El Pan Maldito de Pont-Saint-Esprit

Un extraño suceso ocurrio en el pueblo francés, Pont-Saint-Esprit, en el año 1951. Una parte de la población, de súbito y misteriosamente fue afectado con una crisis de locura masiva y alucinaciones. Al menos cinco personas murieron, cientos de personas resultaron afectadas y decenas internadas en asilos.

La vida transcurría apaciblemente en Pont-Saint-Esprit, sin embargo, hacia mediados de agosto de 1951, aquella paz se tornó pesadilla. Todo comenzó una mañana en que el propietario de la panadería Briand notó una decoloración grisácea en la harina de las baguettes que hacía cada mañana. Como carecía de fuentes de abastecimiento alternativas prosiguió con su tarea acostumbrada, amasando y cociendo al horno. El 17 de agosto los doctores Vieu y Gabbai comenzaron a atender a miembros de varias familias del pueblo que presentaban un síndrome particular que respondía a las mismas características. El trastorno generalmente comenzaba a manifestarse con dolores de cabeza, mareos y desorientación mental, y progresaba rápidamente con dolores gástricos y musculares, vértigo, disnea (respiración difícil con sensación de asfixia), náuseas, vómitos, diarreas, lipotimias y sensación de frío, a pesar del calor propio de la estación estival. Junto con esta sensación de hipotermia, algunos afectados se quejaban de dolores severos ardientes en sus extremidades, que en algún caso culminaron en gangrena. Unas cuantas mujeres embarazadas sufrieron abortos, y en otras personas el cuadro patológico se vio agravado con síntomas espectaculares, que determinaban un comportamiento anormal y extremo de los afectados: histerismo violento, convulsiones “demoníacas”, hiperactividad motriz, alucinaciones visuales, ilusiones sensoriales, delirios, euforia, crisis deprimentes, accesos de locura e incluso tendencias suicidas.

En veinticuatro horas las personas afectadas por la extraña enfermedad se contaban por decenas. Los informes de la época describen Pont-Saint-Esprit como una especie de círculo dantesco, donde había personas que aullaban, deambulaban, aterrorizadas por las calles invadidas por el ulular de las sirenas de las ambulancias. La pesadilla alcanzó su punto álgido durante la noche del 24 de agosto que, más tarde, sería descrita por el doctor Gabbai “como mi noche de Apocalipsis”. El testimonio de otro médico, el doctor Fuller, acerca de aquella fatídica jornada resulta impactante: “toda aquella noche, coches, carretas, todo tipo de medios de transporte trajeron al hospital a enfermos gimientes o aulladores, presa de visiones de violencia o de miedo”. Y también la mañana siguiente, durante las primeras horas del día, los afectados se sintieron “rodeados de llamas; los que se asomaron a las ventanas… fueron deslumbrados por visiones violentamente coloreadas…”

En total, hubo entre doscientas y trescientas personas afectadas, con síntomas más o menos graves o duraderos, que habitaban todas ellas en el pueblo o en los alrededores, de las cuales fallecieron cuatro según unas fuentes y siete según otras y entre cincuenta y sesenta hubieron de ser ingresadas en hospitales psiquiátricos de Montpellier, Nîmes, Avignon, Orange y Lyon.

La población fue presa del pánico colectivo. Como se desconocía el origen el brote epidémico, empezaron a circular rumores de lo más estrafalarios. Sin embargo, la duda sobre la génesis del brote epidémico persistía. Con cierto retraso, y con un sentido creciente de estupor, algunos médicos percibieron una semejanza entre los síntomas descritos en Pont-Saint-Esprit y las terribles epidemias de ergotismo que habían diezmado el solar europeo durante siglos.

Conocido como fuego sagrado, el ergotismo es una enfermedad que sobreviene como consecuencia de la ingesta de pan —especialmente de centeno— infectado por cornezuelo (Claviceps purpurea), un hongo parásito que ataca a los cereales, y uno de cuyos alcaloides principales es el ácido lisérgico (LSD-25).

Por lo que respecta al brote detectado en Pont-Saint-Esprit, cabe decir que los efectos psíquicos de los afectados se desvanecieron después de algunos meses, de tal manera que hacia finales de octubre de 1951 la situación en el pueblo había regresado a la normalidad.

Sobre el caso permanece un misterio aun sin resolver. Lo único cierto es que el vehículo de transmisión fue la harina, de ahí que en la memoria colectiva haya quedado acuñado como el asunto del “pan maldito”.


sacado de: https://www.facebook.com/creepylatino?ref=stream

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